La humanidad está al borde de un cambio de paradigma tecnológico que promete transformar nuestra comprensión del cerebro humano y nuestra capacidad para interactuar con él.

La neurotecnología, definida como el conjunto de dispositivos y procedimientos que permiten acceder, monitorear, investigar y hasta manipular los sistemas neuronales, está emergiendo como uno de los campos más prometedores y, a la vez, más desafiantes de la ciencia moderna.

Un reciente informe de la UNESCO, publicado en 2023, dimensiona la magnitud de esta revolución en términos económicos: desde 2013, las inversiones gubernamentales en neurotecnología han superado los 6.000 millones de dólares, mientras que el sector privado ha mostrado un crecimiento extraordinario, multiplicando por 22 su inversión anual entre 2010 y 2020, hasta alcanzar los $7.300 millones.

Las proyecciones son aún más impresionantes: se espera que el mercado de dispositivos neurotecnológicos alcance los 24.200 millones dólares para 2027.

De la medicina a la vida cotidiana

La salud es uno de los mayores ámbitos de desarrollo de la neurotecnología.

Su aplicación permite, por ejemplo, que personas con parálisis controlen dispositivos electrónicos con la mente, que pacientes con enfermedades neurológicas recuperen funciones motoras perdidas o que se desarrollen herramientas para potenciar la memoria y la atención.

También ya se utilizan implantes cerebrales para tratar trastornos como el Parkinson o las lesiones medulares. Al mismo tiempo, las interfaces cerebro-computadora (BCI) están ofreciendo a personas con discapacidades severas la posibilidad de comunicarse de manera efectiva mediante pensamientos convertidos en texto o voz.

Los implantes cocleares, que han devuelto la audición a miles de personas, son quizás el ejemplo más exitoso hasta la fecha. Se trata de dispositivos que se conectan directamente con el sistema nervioso del cuerpo humano y funcionan como un pequeño micrófono que capta los sonidos del ambiente y los convierte en señales eléctricas. Estas señales viajan hasta unos electrodos que se colocan dentro del oído y estimulan el nervio auditivo, permitiendo que el cerebro pueda "escuchar" los sonidos.

La compañía Neuralink, del empresario Elon Musk, recientemente implantó sus primeros chips cerebrales en humanos. Conocidos como “Telepathy”, estos dispositivos ayudan a las personas con parálisis a controlar dispositivos externos con sus pensamientos.

Pero el uso de la neurotecnología está dejando de ser exclusivamente médico y se ha expandido a otros sectores de la economía.

En la industria minera, se están utilizando dispositivos que monitorean la fatiga de los trabajadores en tiempo real, con el objetivo de mejorar la seguridad laboral. En el mundo financiero, algunas instituciones están experimentando con neurotecnología para analizar el comportamiento de los inversores y optimizar la toma de decisiones.

El sector deportivo también ha comenzado a adoptar estas tecnologías para mejorar el rendimiento de los atletas, mientras que la industria del entretenimiento explora aplicaciones en videojuegos y experiencias inmersivas. Apple, por ejemplo, está desarrollando auriculares inalámbricos capaces de monitorear ondas cerebrales, lo que podría revolucionar la forma en que interactuamos con nuestros dispositivos.

Los dilemas éticos

Sin embargo, el desarrollo de esta tecnología avanza más rápido que los marcos legales necesarios para regularla.

Organismos como UNESCO o UNICEF han planteado su preocupación por sus posibles riesgos éticos, sociales y de derechos humanos.

Uno de esos riesgos es la posible vulneración de la privacidad cerebral. Los datos neuronales son quizás la información más íntima que existe sobre una persona, y su mal uso podría tener consecuencias devastadoras. Existe el temor de que estos datos puedan ser utilizados para manipular comportamientos, personalizar publicidad basada en estados mentales, o incluso discriminar laboralmente a personas basándose en sus patrones cerebrales.

UNICEF también ha expresado preocupación por el impacto que estas tecnologías podrían tener en el desarrollo infantil y la posibilidad de que amplíen las desigualdades sociales existentes, creando una brecha entre quienes pueden acceder a mejoras cognitivas y quienes no.

Afortunadamente, en algunos lugares del mundo ya se han dado pasos con la finalidad de regular la utilización de la neurotecnología.

En 2021, Chile aprobó la primera ley de "neuroderechos" del mundo, que protege la identidad personal, el libre albedrío y la privacidad mental de sus ciudadanos. Esta legislación ya ha mostrado su efectividad: en 2023, la Corte Suprema chilena ordenó a una empresa de neurotecnología eliminar los datos cerebrales recopilados de un senador nacional.

Encontramos otro ejemplo en Colorado, Estados Unidos, donde se aprobó en 2023 una legislación que clasifica los datos cerebrales como información sensible y prohíbe su uso sin el consentimiento explícito del propietario.

Estas iniciativas están sirviendo como modelo para otros países que buscan regular el campo.

El futuro: entre la promesa y la responsabilidad

La neurotecnología representa una de las fronteras más emocionantes del progreso humano. Su potencial para mejorar la salud, aumentar nuestras capacidades cognitivas y revolucionar la forma en que interactuamos con la tecnología es innegable. Sin embargo, también nos enfrenta a algunas de las cuestiones éticas más profundas que hayamos enfrentado como sociedad.

El verdadero desafío radica en encontrar un equilibrio entre aprovechar el enorme potencial de esta tecnología y garantizar que su desarrollo sea ético, seguro y equitativo.

El futuro de la neurotecnología está en nuestras manos, y las decisiones que tomemos hoy determinarán si esta poderosa herramienta nos ayudará a alcanzar nuevas cumbres de progreso humano o si, por el contrario, comprometerá nuestra privacidad y autonomía.

El camino hacia adelante requiere una colaboración sin precedentes entre científicos, legisladores, éticos y la sociedad civil, para asegurar que esta tecnología transformadora se desarrolle de manera responsable y beneficiosa para todos.

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